Aznar era del Madrid… y Zapatero del Barça. ¿Y?
Más allá de que uno pudiese frecuentar el palco del Bernabéu
sin más problemas, mientras que los asesores del otro le aconsejasen
encarecidamente no dejarse ver por el Camp Nou (este es el país en el que nos
toca vivir, de momento), no debería haber mayor problema en que cada uno sienta
debilidad por los colores que le venga en gana.
Esta tontería viene a colación en referencia a la polémica emisión,
por parte de TV3, del documental de Carles Torras, “El Madrid real. La llegenda negra de la glòria blanca”, en el que, a través del nieto del dictador, venía a
confirmarse el madridismo de Franco.
El trabajo de Carles Torras hace un repaso a la relación del
Real Madrid con el régimen franquista.
Aunque se hace un compendio que incluye las primeras cinco
Copas de Europa o el irredento merengonismo de José Plaza, creo que lo que realmente
tiene sustancia son los dos hechos que transformaron al Real Madrid de un buen
equipo, de nivel medio, al considerado mejor equipo del siglo XX: la
financiación pública, nunca reconocida, de la construcción del Santiago
Bernabéu y el fichaje de Di Stéfano, hechos donde la intervención del régimen
si fue clave y decisiva.
Que Franco fuese madridista me parece irrelevante, más allá
de que el señor tenía afición por las quinielas y los árbitros lo sabían (en
realidad, puede que no fuese tan extraño que acertase dos de catorce).
Que el Real Madrid, en cambio, ganase las cinco primeras
Copas de Europa, tiene que ver con Franco muy tangencialmente, y eso es a lo
que me quería referir en este artículo.
Santiago Bernabéu llega a la presidencia del Real Madrid en
septiembre de 1943, justo después de la semifinal de Copa entre Real Madrid y
Barcelona saldada con el escandaloso 11-1 de Chamartín. Lo hace con el beneplácito
del régimen, lo cual, en aquellos momentos era inevitable (en el Real Madrid,
en el F.C. Barcelona, y en cualquier otro club).
La llegada de Santiago Bernabéu, personaje muy cercano a la
oligarquía franquista, al Real Madrid si es el hecho diferencial en la
historia del club blanco. Es él quien concibe al Real Madrid como el equipo del
régimen, y esa idea, recogida por el entorno de Franco, proyectará de forma
innegable la importancia del Madrid.
Es cierto que, con Franco, se calificaron los terrenos de
Les Corts (se tardarón nueve años, eso sí), o que Kubala fue nacionalizado por
vía de urgencia (el Real Madrid también estaba interesado en el fichaje, no lo
olvidemos), pero es evidente que en la coyuntura de aquella España, nada era
posible sin el beneplácito del poder.
Todos los clubes debían convivir bajo el paraguas franquista,
y en términos generales, la competición era bastante igualada (en las primeras
veintidós ediciones de la Liga, hubo siete campeones distintos). Lo que ayudó
definitivamente a que Franco se decidiese a proteger al Real Madrid, fue la
capacidad de Bernabéu de “saber hacer las cosas”. Como dice el propio Agustí
Montal en el documental de Carles Torras, “nosotros nunca hemos sabido hacerlo”,
refiriéndose al trato con los estamentos federativos y arbitrales (con Núñez,
el Barça mejoró mucho en ese aspecto… y con Laporta llegó al nivel de
excelencia que se le supone a una institución como el F.C. Barcelona).
¿Por qué Franco vio en el Real Madrid de Santiago Bernabéu
el instrumento perfecto para proyectar una imagen de España tanto en el
interior como de puertas afuera?
Los dos grandes dominadores del fútbol español hasta
mediados de los 50, el Athletic Club de Bilbao y el F.C. Barcelona, presentaban
problemas a la hora de aglutinar intereses en la España franquista… Estaban,
geográficamente, muy lejos del poder. En el Athletic de Bilbao, club
tradicionalmente asociado al PNV, sólo jugaban vascos. En el F.C. Barcelona, en
cambio, jugaban futbolistas de toda España… y Kubala. ¿Podía ser el Barça el
equipo del régimen? Evidentemente no. No dejaba de ser un club catalán (con
todo lo que eso comporta en España) y pese a las purgas, su imagen estaba
indisolublemente asociada con el republicanismo catalán.
Santiago Bernabéu había hecho un gran esfuerzo para
construir un estadio monumental en el que congregar a la creciente hinchada
blanca, y de la mano de Raimundo Saporta, había apostado por la creación de una
competición europea hecha a la medida de su Real Madrid, con la que
contrarrestar los éxitos europeos del Barça de las Cinco Copas.
El Barça ya tenía a Kubala. ¿Qué pasaba si se juntaban
Kubala y Di Stéfano? ¿Qué pasaría si ahora se juntasen Messi y Cristiano en el
mismo equipo? Evidentemente, los esfuerzos llevados a cabo por Bernabéu habrían
quedado, sino en nada, si en mucho menos.
Es ahí donde el franquismo se decide a actuar en favor del que mejor puede representarle y es ahí donde cambió la historia del
Real Madrid y, por tanto, la del F.C. Barcelona.
Di Stéfano se va de Barcelona, llega a Madrid, y el Real Madrid
gana seis Copas de Europa y 14 ligas desde entonces, 1953, hasta la muerte del
dictador en 1975. Antes había ganado dos ligas en veinticinco años. En ese
periodo de veintidós años, 1953-1975, el Barça gana tres (contando la de la
temporada 1973-74, con la llegada de Cruyff).
Eso es lo importante. No parece tan difícil de aceptar. En cada época hay una realidad, y el Madrid de Bernabéu supo aprovechar, al máximo, esa realidad. Lo extraño es que los que se sulfuran ante documentales como el de Carles Torras (del que pocas cosas, o ninguna, pueden ser desmentidas), emitidos en una televisión pública, que pagan también los madridistas que viven en Catalunya, se niegan a reconocer lo evidente y exigen respeto para esos madridistas catalanes, mientras se dedican, día sí y día
también, a faltar al respeto a los aficionados barcelonistas de toda
España que, día sí y día también, se ven obligados a soportar la falta de
respeto de las televisiones públicas que también ellos pagan y de las privadas
que se financian gracias a las audiencias que, con esas faltas de respeto, consiguen personajes como Josep
Pedrerol.