A muchos nos
gustaría hablar de fútbol, pero resulta que no tenemos ni puñetera idea, y
claro, cómo aún así el fútbol nos vuelve locos (¿el fútbol
o nuestro equipo?), acabamos hablando de otra cosa… de clubes de fútbol, de
colores.
Ah... los colores.
Ahí entramos de lleno en el terreno de las filias y de las fobias, donde todo
está permitido. Nos excitamos con las bondades de los nuestros y nos excitamos,
aún más, con la tontería de los otros. Todo vale, o casi.
Podemos
hablar de quien eyacula en el champú de quien, de quien despierta a más niños
en coma o de quien llega más borracho a los entrenos, pero hay un tema que
seguimos considerando de muy mal gusto: la política en el fútbol.
La política, sin embargo, es una realidad inherente al ser humano que determina el funcionamiento de la
sociedad y por tanto, de cualquier actividad que tenga lugar en ella. Y a día
de hoy, el fútbol, esa amalgama de negocio, espectáculo y pseudodeporte, es una
actividad social de primer orden no ajena a intereses políticos.
Todo esto
viene a cuento por la negativa de la actual junta directiva del F.C. Barcelona a
adherirse al Pacte Nacional pel Dret a
Decidir, pese a la petición explicita de una parte de sus socios.
La verdad es
que, para que no haya dudas, yo soy un catalán enamorado de la España plural y
progresista pero muy decepcionado por esa otra España, quizá no mayoritaria
pero si dominante, que nunca me ha dejado ser español en la forma en que yo
hubiese querido serlo. Esa decepción me llevó, hace ya muchos años, ha apoyar
el ideal de una Catalunya independiente.
Lo digo
porque, pese a mis ideas, había venido defendiendo que, en la
coyuntura actual, de normalidad democrática, el Barça no tenía por qué
implicarse en cuestiones políticas. Y con esa convicción, quería escribir unas líneas
apoyando la postura neutra de la junta presidida por Bartomeu.
Para
hacerlo, comencé a desgranar la vinculación del Barça con la sociedad civil
catalana, su papel integrador y el significado del “més que un club”. Quería llegar a la conclusión de que la
implicación del Barça con los movimientos autonomistas de principios del siglo
XX, su enfrentamiento a la dictadura de Primo de Rivera, el asesinato de su
presidente en los primeros días de la guerra civil y el papel de aglutinador
del catalanismo al que se vió abocado durante la dictadura franquista, habían ayudado a forjar la personalidad
de un club capaz de aunar el sentimiento de culés de todo el mundo,
identificados con unos valores que trascendían la innata catalanidad del F.C.
Barcelona.
Sin embargo,
ese superficial repaso a la historia del Barça, no hizo otra cosa que revelarme
la enorme contradicción que suponía querer despojar a este club del papel que
le corresponde en la sociedad en la que le toca desenvolverse.
El Barça es
ahora una marca global, si, pero ha llegado ser uno de los equipos con más
seguidores en todo el mundo partiendo de unas señas de identidad creadas a
partir de su catalanidad y de su catalanismo.
Cuando
Catalunya vuelve a vivir un momento crucial de su historia, y cuando esa
normalidad democrática que creíamos inamovible se tambalea, el F.C. Barcelona,
respetando siempre las sensibilidades de todos sus seguidores, no puede
desvincularse del sentimiento mayoritario de su masa social.
Así pues,
por primera vez en mi vida, escribir me ha servido no para reafirmarme en una
idea inicial, sino para todo lo contrario. Meditar sobre lo que significa para
mí el club de mis entresijos me ha servido, por una vez, para cambiar de
opinión. Siempre hay una primera vez.
Esta
directiva se dejará llevar por los acontecimientos. Yo
simplemente quiero decir que no estoy de acuerdo y que abogo porque el Barça se adhiera al Pacte Nacional pel Dret a Decidir.
Se admiten comentarios.
La coyuntura actual, de normalidad democrática, el Barça no tenía por qué implicarse en cuestiones políticas.
ResponderEliminarel F.C. Barcelona, respetando siempre las sensibilidades de todos sus seguidores, no puede desvincularse del sentimiento mayoritario de su masa social.