Mou estaba en el Amsterdam Arena espíando al poderosísimo Ajax. Mejor para Mateu Lahoz, que evitó incómodos encuentros en el parking del Pizjuán.
La noche en que el Sevilla de Michel puso al Barça contra las cuerdas, tuvo que ser el árbitro del mourinhismo el que expulsase al pitbull Medel por ser corto de luces.
Cesc sí hizo esta vez teatro del bueno, pero sería aún mejor que los voceros de la meseta nos aclarasen por qué contra el Madrid la intención de hacer daño basta para expulsar, pero contra el Barça es necesario abrirle la cabeza a alguien para que la roja sea justa.
Más allá del excelente control con la mano de Thiago en la jugada del segundo gol de Cesc Fàbregas, Mateu Lahoz arbitró tan mal como le gusta al mourinhismo, y su nefasta actuación sirvió esta vez para que aunque el Madrid gane al Depor, el Barça llegue a la madre de todas las guerras (partido de ida) a ocho puntos de los de Mou.
En cualquier caso, queda claro que el villarato existe. Esta vez, al Guaje Villa le han bastado once minutos para dar un golpe a la Liga.
Con el Real Madrid tan lejos, es bueno alimentar a la caverna.