viernes, 31 de agosto de 2012

Después, que no se quejen...



Los más jóvenes se sorprenderían del tirón que tenía en este país de “normal y UHF” el Festival de Eurovisión en la década de los ’70.

En 1979, concretamente, la cantante peruana Betty Missiego, representó a España en el Festival con el tema “Su canción”, quedando segunda por detrás del grupo israelí Milk & Honey, que ganó con la canción “Hallelujah”.

Betty Misiego llegó al final de las votaciones en primer lugar, pero España, última en votar, dio la máxima puntuación a Milk & Honey, relegando a su propia representante al segundo puesto.

Aquello me impresionó, ya que ignoraba que (por supuesto) el voto de cada jurado se certificaba antes de que se iniciase el espectáculo de las votaciones. A los ojos de un niño, aquello era la demostración palmaria del fair play y de la honestidad en defensa de las propias convicciones. Si España creía que la canción de Israel era mejor, debía proclamarlo al mundo, aún en perjuicio de los propios intereses.

Todo esto rebosa caspa, pero me ha venido a la cabeza a raíz de la polémica votación que ha erigido a Andrés Iniesta en el mejor jugador del fútbol europeo de la pasada temporada.

La rectitud moral exige que, ante cualquier disyuntiva, se opte por la mejor opción, por la más justa. Así pues, debería ser de justicia que, Francisco Justicia, representante español en la votación del trofeo, votase por aquel jugador que, en conciencia, considere mejor, más allá de nacionalidades, de filias o de fobias.

Y parece claro que el Sr. Justicia tiene claro que es de justicia votar al que para él, es el mejor jugador del fútbol europeo en la pasada temporada: Cristiano Ronaldo.

Todo sería muy bonito si no fuese porqué el Sr. Justicia es el subdirector del diario Marca, estandarte de la españolidad en el deporte y paladín de las campañas a favor de que cualquier reconocimiento individual recaiga en los maltratados deportistas españoles.

No parece lógico que el representante de un medio que, antes que Messi, considera que cualquier componente de la Roja es merecedor del Balón de Oro por el simple hecho de ser español, vote a un portugués que le disputa un galardón al jugador que colocó la estrella en la cabecera de su diario.

Es perfectamente lícito que el Sr. Justicia considere que Cristiano Ronaldo le da cien mil vueltas futbolísticas a Andrés Iniesta, pero en ese caso, como subdirector del diario deportivo de más tirada en este país, debería replantearse portadas como aquella en la que se consideraba a Joseph Blatter antiespañol por “permitir” que Leo Messi se impusiese a Xavi Hernández y al propio Andrés Iniesta en la votación del Balón de Oro, o campañas promovidas desde Marca a favor de Iker Casillas para evitar que un argentino siga marcando época en el fútbol mundial.

Y no es lícito, en absoluto, que el vocero del late night del Marca televisivo, el ínclito Enrique Marqués, se erija en representante de rectitud, atacando a Gerard Piqué por afear a través de Twitter, la incongruencia de Francisco Justicia.

A Piqué le dio por decir en la red que “felicidades al periodista que representaba a España y que no ha votado a Iniesta". Esas cosas gustan mucho en Madrid.


Y a Marqués le dio por responderle que su colega "vota a quien le da la gana" (tiene razón), que "no es una votación por países, si fuera así, no se pediría el voto, se daría por contado, ¿no te parece, amigo Piqué?" (aquí tiene razón a medias) y que "te voy a contar una cosa: la persona que vota para el Balón de Oro, es un periodista de una trayectoria intachable y un gran compañero de Mundo Deportivo, que se llama Francisco Aguilar. ¿Sabes a quien votó Aguilar en el Balón de Oro, amigo Piqué, don Gerard? No votó a Xavi, votó a Leo Messi. Porqué le dio la gana. Y, como debe ser, nadie dijo 'esta boca es mía'" (aquí la caga totalmente).


Que Paco Justicia vote a quien le dé la gana es lógico, y parece evidente que así lo hace (¿o no?). Que Paco Justicia no participa en una votación por paiese es cierto, pero de entre 53 periodistas, únicamente votaban dos cuya nacionalidad coincidía con la de alguno de los candidatos: un portugués (Hugo Vasconcelos), que votó a Cristiano Ronaldo, y un español (Paco Justicia), que votó a Cristiano Roanlado, claro... (quizás hubiese sido más lógico no permitir votar a un jugador de tu misma nacionalidad). Pero que el caso de Paco Justicia sea comparable al de Paco Aguilar, es una falacia cavernaria.

Que se sepa, Mundo Deportivo no ha orquestado campañas en favor de Xavi o Iniesta y en detrimento de Messi.

Los colores influyen, y mucho, pero al rotativo catalán le ha sido muy fácil entender que Messi es el mejor jugador del mundo y que, en consecuencia, es merecedor de aquellos reconocimientos que premian el talento individual, mientras que Marca ha venido insistiendo en que Messi es un gran jugador, Cristiano Ronaldo es más completo, pero que la excelencia del fútbol español merece esos reconocimientos individuales negados por una tenebrosa conspiración universal.

Debe de ser en el marco de esa conspiración anti-española en el que el Sr. Justicia vota, en consecuencia, por un portugués.

Pues que después no se quejen...

@extrizquierdo 

jueves, 30 de agosto de 2012

Pax madridista.



Exaspera el tono paternalista en el que los autoproclamados gurús de la información deportiva “nacional” dan la bienvenida a lo que, para ellos, parece ser el restablecimiento de una normalidad histórica que jamás debió ser alterada.

Con la consecución de la Supercopa de España por parte del Real Madrid, los futbolistas que antes eran teatreros son ahora unos grandes deportistas, los árbitros que antes eran esbirros de Villar son ahora garantes del espectáculo y Guardiola es un ente imaginario que, probablemente existió, pero que ahora no es más que un inquietante holograma en la mente de un Mourinho ocupado en el diseño del perfil psicológico adecuado para sus adláteres.

Costará entender que todo ese equilibrio, que tanto esfuerzo mediático ha costado a una central lechera huérfana de enemigos, se venga abajo ipso facto si el Barça amplía su ventaja en la Liga y se mantiene, además, como gran candidato para conquistar Champions y Copa.

Mientras tanto, la pax madridista parece haber llegado a lo más profundo de la caverna.

No durará mucho…

Y Mourinho dejó de quejarse...



El Real Madrid se hizo anoche con la Supercopa de España después de desarbolar a un empanado F.C. Barcelona en una primorosa media hora de juego, pudiendo haber hecho un roto histórico a los hombres de Tito Vilanova... Y nada más.

Para la historia quedará un nuevo título con el que engrosar las vitrinas del club de Concha Espina y el curriculum de José Mourinho. Nada que decir. En el computo de los 180 minutos, Madrid y Barça se repartieron errores y aciertos y lo que decidió finalmente el título fue el valor doble de los goles marcados fuera de casa.

El Madrid perdió la oportunidad histórica de humillar a un Barça al que tuvo a su merced durante un buen tramo de la primera parte, y demostró al mundo que la hegemonía que discute su entrenador, sigue produciéndole un complejo de inferioridad que le llevó a encerrarse en su área ante diez hombres que a punto estuvieron, al final, de amargar el año a una parroquía necesitada de exaltar sus triunfos insultando a Catalunya.

Poco que decir sobre el arbitraje de Mateu Lahoz, que dejó encantada a una caverna que, de haberse cambiado los papeles, estaría bramando por un penalti al piscinero Alexis Sánchez en el minuto 3 del partido, con 0-0 en el marcador y del que no se ha ofrecido ninguna repetición ni se ha incluido en ningún resumen del partido.

Y mucho que decir sobre la actitud en la derrota de un Barça que, lamentablemente ha convertido en noticia un hecho que debería ser  absolutamente normal: quedarse sobre el terreno de juego para ver recibir el trofeo al equipo ganador.

El resumen de los medios de Madrid es que algo ha cambiado respecto a la temporada pasada y que los dos equipos han dado una lección de deportividad.

¿Perdón? ¿Los dos equipos?

Queda claro que es importante saber ganar, y quizás por eso envió Mourinho a su avatar Karanka a la rueda de prensa posterior al partido, evitando así cagarla una vez más. Parece que su discurso, más allá de la queja, pierde sentido.

Pero la lección del Barça en la derrota es de las que no pueden enmascarar ni los más enloquecidos cavernarios, que buscan mensajes secretos de soberbia en las declaraciones de Tito o una actitud reprobable en el no saludo de Messi a Cristiano después de caer derrotado.

Habría sido bonito ver que hubiese pasado si Messi la mete en el minuto 90...

miércoles, 29 de agosto de 2012

El árbitro de Mou.



Anda el madridismo algo despistado ante los problemas de perfil psicológico exhibidos por los chicos de Mou en este arranque de temporada.

Las quejas arbitrales han tenido su hueco en el catálogo de excusas que el mourinhismo ha instaurado en la prensa deportiva madrileña, pero de momento, el indicador de histeria conspirativa no ha alcanzado la zona roja.

A pocas horas, sin embargo, de que el campeón de la Supercopa se decida sobre el césped del Santiago Bernabéu, un pálpito se extiende entre aquellos que más desconfiamos de una irredenta y persistente caverna mediática.

Arbitrando Mateu Lahoz, el trencilla de cámara de The Only One, el pretexto del villarato debería quedar automáticamente desactivado.

Y es evidente que, en dos de los tres escenarios posibles, el colegiado valenciano pasará, haga lo que haga, formalmente desapercibido.

Ante la factible hipótesis de que el Real Madrid se proclame campeón, poco importará que dejen de señalarse fueras de juego a Pedro o manos de Sergio Ramos dentro del área: el árbitro estaría, en ese caso, sujeto a los comprensibles errores que cualquiera de nosotros podría cometer.

Si se da el más improbable supuesto de que el Barça se pasee en Chamartín y golee a los blancos, la cruda realidad se antepondrá a las obsesiones cavernarias y Mateu Lahoz pasará a ser un protagonista secundario. La atención pasaría entonces por encima de la labor arbitral.

Pero, y Dios nos coja confesados, en el caso de que al F.C. Barcelona se le ocurra levantar la Supercopa después de un choque muy disputado (que vendría a ser lo normal), ni el árbitro que “garantiza el espectáculo futbolístico” se salvará del ataque de un entorno que en sus ansias de hegemonía, no deja de darse baños de realidad.

Ni la Copa de hace dos temporadas, ni la Liga de todos los récords, podrían soportar un título de Messi y compañía conquistado tan cerca de las recién alicatadas letrinas de Florentino.

Y entonces, ese madridismo que tanto vibra con los antiguos éxitos de Mou, podrá recordar los aspersores del día del Inter, pero olvidará la vuelta triunfal al Camp Nou de aquella Quinta del Buitre que se llevó una Supercopa de Barcelona.

En cualquier caso, no vamos a reír.

viernes, 24 de agosto de 2012

Tradición hegemónica.



El pasado miércoles quedó claro que el término hegemonía tiene un sentido en español y en portugués, y otro en el idioma personal de José Mourinho.


No se sabe si en esa particular concepción de la semántica que tiene el mourinhismo, tradición significa lo mismo que en otros sistemas de comunicación menos sofisticados, pero para el común de los mortales, ayer se cumplió la tradición en el Camp Nou.

Después del 3-2 de anoche, el madridismo demostró una vez más al mundo que, además de poseer otras virtudes, es el más inasequible al desaliento de los colectivos humanos, y siguiendo una tradición que ni Mou ha sido capaz desterrar, sino que más bien ha potenciado sustancialmente, la merengonada celebra, de forma tradicional, una derrota ante el Barça como si de un gran triunfo se tratase.

Es evidente que, en una final a dos partidos, perder por la mínima en campo contrario marcando además dos goles, no es un mal resultado, sobre todo consiguiendo el definitivo 3-2 segundos después de haber estado a punto de encajar el 4-1. Viéndose fuera, es lógico alegrarse al volver a verse dentro.

Pero una culerada que por ADN parece obligada a malfiarse de todo y de todos, no deja de sorprenderse ante la incontrolada y persistente euforia del madridismo en la derrota.

En definitiva, más que sorpresa, quizás lo que produce esta exaltación de la filosofía de manual de autoayuda es un poco, o un mucho, de rabia.

Rabia especialmente cuando tótems cavernarios del calibre de Paco García Caridad, twittean al acabar el partido que “fútbol más y mejor el Barça… pero en fe, confianza, no sé. Es mental. Ahí el Madrid es superior”.

Pues tiene razón Caridad. Lo suyo es mental.

Si después de jugar peor, de perder el partido y de tener que levantar la final con un resultado en el Bernabéu que no se ha dado en los últimos cuatro años, el Madrid se siente superior… apaga y vámonos.

En tradición de realidad paralela, la hegemonía del Madrid es aplastante.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Hegemonía.


El año pasado, José Mourinho afrontó la Supercopa de España como una cuestión de estado, preparando específicamente a su equipo para superar a un F.C. Barcelona que se había llevado Liga y Champions en competencia directa con el Real Madrid.

Hace un año, la Supercopa era un trofeo magnificado por un Real Madrid que quería sumarlo a una Copa del Rey que, frente a los títulos conquistados por el Barça, se antojaba como un logro menor.

Hoy, la Liga de Mourinho parece haber eliminado las urgencias que la Copa de 2011 no fue capaz de saciar, y el Real Madrid afronta lo que hace nada era ni más ni menos que una cuestión de honor, como si de un torneo de verano se tratase.

Que nadie se engañe. Un partido entre Barça y Madrid va, por desgracia, más allá de un mero encuentro deportivo. Y en estos momentos, el Real Madrid sigue teniendo más necesidad de triunfos que el F.C. Barcelona, por lo que, por mucho que diga The Only One, los blancos irán a muerte (como el Barça) a por un título que les ayudaría a recortar distancias con el equipo que, le pese a quien le pese, sigue manteniendo la hegemonía del fútbol mundial.

Por que, como en el caso del Balón de Oro, el único que discute la hegemonía blaugrana es un Mourinho al que, sorprendentemente, los medios acólitos se resisten a desnudar su enfermiza y obcecada barcelonitis.

Cuando un club de fútbol (no vamos a contar otras secciones), se adjudica 14 de los últimos 19 títulos que ha disputado, es poco menos que de chiste que, alguien como Mourinho, que mide su prestigio en base a los títulos conseguidos y que dirige un equipo que en ese mismo periodo de tiempo sólo ha conquistado dos, discuta la hegemonía de su gran rival en base a que "nadie ha ganado dos Champions consecutivas" o, en su defecto, a que el término tenga un significado distinto en sus acepciones portuguesa y española.

Pues no. En portugués, hegemonía se define como "primazia, superioridade (com relação aos da mesma espécie), poder ou autoridade suprema".

En español, se denomina hegemonía al dominio de una entidad sobre otras de igual tipo. 

Todos sabemos que Mou habla un idioma propio, en el que el dedo va por delante del verbo, pero hegemonia, en Valdebebas, en Sant Joan Despí, en Lisboa, en Esparragalejo y en Comodoro Rivadavia, significa lo que significa.

Y hoy por hoy, la hegemonía es del Barça... y el Balón de Oro de Messi, por supuesto.


martes, 14 de agosto de 2012

The Only One.



Soberbia: “Orgullo o sentimiento de superioridad frente a los demás que provoca un trato despectivo y desconsiderado hacia ellos”.

O sea, que José Mourinho es un soberbio entrenador.

Es el único, The Only One, que ha conseguido ganar las ligas de Inglaterra, Italia y España.

Eso es algo que no pueden decir muchos trabajadores. No lo pueden decir aquellos que entraron como aprendices en una empresa y que, a base de riñones, fueron ascendiendo hasta que, el día en que les tocó jubilarse, alguien les dio las gracias, y con suerte les regaló un reloj.

Al apostar por un proyecto, no consiguieron demostrar su valía en las compañías líderes del sector.

Otros, en cambio, han ido prestando sus servicios en diferentes ámbitos, y después de haber pasado, por ejemplo, por diferentes fábricas de pienso de la comarca, pueden decir con orgullo que son los únicos a los que les han dado calabazas las secretarias más macizas del sector forraje de su pueblo.

Es por ello que las declaraciones del antiguo The Special One a la cadena de televisión portuguesa SIC, en las que deja claro que le duele la cara de ser tan guapo, deberían hacer recapacitar a Casillas, Xavi e incluso a Messi.

Si no espabilan, ninguno de ellos podrá ser reconocido como un jugador especial, capaz de ganar las tres ligas más importantes del mundo, y tendrán que conformarse con esperar que el día en que se retiren, sus clubes tengan a bien agradecerles los servicios prestados con una pluma estilográfica con el escudo grabado.

Nunca serán The Only One

miércoles, 8 de agosto de 2012

Mou, ejemplo para los niños (Batum Balón de Oro).


Un año después de enseñar al mundo el dedo que dirige al madridismo, Mourinho declara a Fox Sport que en realidad no debió urgar en el ojo de Tito.

Es un alivio. Ahora que el dueño del Real Madrid nos ha aclarado que no es de recibo ir metiéndole el dedo en el ojo a la gente, muchos madridistas podrán volver a reñir a sus hijos cuando intenten dejar tuertos a sus amiguitos.

Ya se sabe. La campaña pro-Balón de Oro para Cristiano obliga al madridismo a un lavado de imagen con el que comenzar a buscarse simpatías debajo de las piedras. Y eso incluye al individuo menos simpático del universo.

La encargada de ilustrarnos sobre los enormes méritos humanos de un señor que, entre otras lindezas, pone en duda los méritos deportivos de sus rivales, será una caverna cuya programación parece incluir, efectivamente, la exaltación de los supuestos nuevos valores del mourinhizado Real Madrid. 

Pese a querer parecer una persona normal, vulnerable al arrepentimiento y la contrición, Mourinho insiste, eso si, en una historia virtual responsable de hacerle "perder un poco el control"; lo cual tiene delito, ya que el portugués se queda tan ancho al declarar que, precisamente, él trabaja mucho con sus jugadores en "controlar emociones, pensar sólo en jugar y trabajar bien". Que se lo digan a Pepe.

En un mundo en el que nadie puede sacarse un moco sobre un terreno de juego sin que quince cámaras inmortalicen el gesto, aludir a unas insuperables provocaciones que no ha oído nadie, suena a pobre justificación para un elemento que ha presumido siempre de no necesitar justificaciones.

En cualquier caso, será interesante ver el giro argumental de aquellos voceros florentinistas que hace un año llegaron a entender el energumenismo de Mou, y que ahora, además de exaltar las bondades del técnico luso, estarán obligados a lapidar a Batum, aventajado alumno de la heterodoxia mourinhista.

Claro que como la hostia olímpica se la ha llevado Navarro, esos voceros a sueldo siempre podrán decir que el jugador del Barça, viendo que ganaba a unos que iban de blanco, se cago en la puta madre de Batum, se acordó de Mourinho... y además lo hizo en catalán.

Veo a Nicolas Batum en el Real Madrid de baloncesto. A menos que The Special One decida que podría acompañar a Pepe en la zaga de ese equipo que tan bien controla sus emociones.

De ahí al Balón de Oro, solo hay un paso(siempre que Cristano lo permita, claro).

lunes, 6 de agosto de 2012

El amor por los colores.


Pese a caer en tercera ronda, He Zhi Wen ha sido el jugador de tenis de mesa español más destacado en los Juegos Olímpicos de Londres.

Juanito llegó a España en enero de 1990, a punto de cumplir 28 años. Su representante le había conseguido un contrato con un equipo alemán, pero un defecto de forma le hizo desembarcar en La General de Granada. Antes de eso, He Zhi Wen se había proclamado Campeón del Mundo por equipos con el equipo nacional chino.

No conozco a He Zhi Wen. Jamás he hablado con él, y por tanto desconozco si se le pone la piel de gallina al oír el himno español. Pero no dudo que su motivación para competir por España es tan legítima como la de cualquier otro.

Tan legítima, por ejemplo, como la de Messi para defender la camiseta del Barça o la de Cristiano Ronaldo para hacer lo propio con la del Real Madrid.

De hecho, las motivaciones, en el mundo del deporte, son casi siempre tan legítimas como económicas. Tanto los cracks super profesionales, como los deportistas aficionados, compiten allí donde mejores condiciones se les ofrece... o donde deben hacerlo por imperativo legal.

Messi juega en el Barça porque, además de sentirse cómodo haciéndolo de blaugrana, puede desarrollar al máximo su potencial deportivo y, sobre todo, cobrar lo que vale su talento en el desquiciadamente sobredimensionado mundo del fútbol.

Iker Casillas es el capitán de la Selección española porque, además de ser el mejor portero español, está obligado por la Ley del Deporte, que en su artículo 47 indica que "es obligación de los deportistas federados asistir a las convocatorias de las selecciones deportivas nacionales para la participación en competiciones de carácter internacional, o para la preparación de las mismas".

Por todo ello sorprende que, muchos de los que vibran tanto o más con los abdominales de un portugués enfundado en su blanca zamarra que con la sentida alegría de un manchego marcando el gol de la victoria en la Final de una Copa del Mundo, se rasguen las vestiduras cuando un jugador catalán de hockey, Àlex Fàbregas, declara que juega con España porque es con quien le "toca jugar".

Al fin y al cabo, las abuelas de algunos de estos neo-patriotas estuvieron casadas más de 50 años con sus maridos porque en la maravillosa España de posquerra el divorcio simplemente no existía. El amor no era sincero, pero la legalidad mostraba una feliz foto de familia.

Ahora parece que, en aras del sentimiento auténtico, alguno hubiese preferido que en la esquela de su abuelo, el puticlub del pueblo hubiese ido antes que la desconsolada esposa.