viernes, 18 de julio de 2014

Una persona diferente...


Quimet Rifé debutó en el Barça como extremo con 22 años. A los 27 años pasó a ocupar la posición de volante. Los mejores años de su carrera, hasta los 34, los vivió como lateral derecho.

Toni Torres debutó en el Hércules, a los 20 años, como defensa central. Como defensa central se retiró en el Barça trece temporadas después, a los 33. Nunca cambió de posición.

Rifé y Torres fueron dos jugadores sobrios y eminentemente prácticos. Uno se vio obligado a adaptar su evolución física a las necesidades del equipo; el otro tuvo físico para mantenerse siempre en el eje de la defensa.

Leo Messi no es un jugador sobrio ni eminentemente práctico, porque Leo Messi es el mejor jugador de la historia.

Messi debutó a los 17 años y se hizo un hueco definitivo en el equipo a los 19, jugando escorado a la derecha de una delantera completada por Eto’o y Ronaldinho, donde encandiló hasta que la clarividencia de Pep Guardiola le otorgó, con 21, la libertad para moverse a su antojo por el centro del ataque blaugrana.

En estos seis años, Messi ha batido todos los registros anotadores de la historia del fútbol moderno y ha llevado al Barça a conquistar todos los títulos posibles.

En su peor temporada, la última, Leo ha tenido unos números inalcanzables para la inmensa mayoría de futbolistas de élite, aun habiendo estado inmerso en una serie de problemas personales y apartado, por lesión, dos meses de los terrenos de juego.

Ahora, a los 27 años, Messi es un jugador diferente del que Pep supo guiar hacia la excelencia. No es peor. Es diferente. Porque Leo es una persona diferente.

El equipo con el que alcanzó lo inalcanzable se ha desmoronado. Y aunque cabe la posibilidad de insistir en lo que se ha demostrado que ya no funciona, lo más inteligente parece optimizar los recursos de los que se dispone, o de los que se puede llegar a disponer.

Entre los que sueñan con el ocaso del jugador que más daño les ha hecho y los que creen que cualquier pero al mejor de todos los tiempos es un sacrilegio, existe un enorme espacio por recorrer para que, de la mano del mejor Messi, el Barça vuelva a ganar jugando bien. E incluso para que, con 31 años, Leo gane por fin su Mundial.

Ese espacio existe, aunque sea en una posición en la que la exigencia física no sea la misma.


viernes, 11 de julio de 2014

El Mundial del mejor de todos los tiempos.


La contienda Barça - Madrid, de carácter global en toda la extensión de la palabra, se prolonga más allá de la rivalidad estrictamente deportiva entre las dos entidades.

En los últimos tiempos, una de esas ramificaciones, quizá la de mayor impacto mediático, es la pugna entre Messi y Cristiano. Pugna que comienza en sus enfrentamientos directos en el cada vez mayor número de choques entre Barça y Madrid de cada año, y que continua con los registros personales obtenidos en cada una de las competiciones, con los títulos conseguidos cada temporada por sus respectivos equipos, con los galardones individuales conquistados, con las campañas publicitarias y de imagen desarrolladas para ellos y, como no, con los logros deportivos, o extradeportivos, alcanzados más allá del ámbito de los clubes que les pagan, es decir, de lo que hagan con Argentina y Portugal.

Pese al gran esfuerzo mediático en equiparar la figura de Cristiano a la de Messi, la opinión generalizada más allá del área de influencia de los medios deportivos de Madrid, coincide en la supremacía indiscutible de Lionel Messi en el fútbol de los últimos años.

Ante el carrusel de títulos individuales y colectivos acumulados por el astro argentino en los últimos tiempos, determinada prensa española ha adoptado a la Selección de Portugal como equipo de sus entresijos, buscando aumentar el bagaje positivo de Cristiano hasta donde sea posible.

Un buen ejemplo de ese apoyo se produjo durante la Eurocopa de Polonia y Ucrania de 2012, donde la eliminación de Cristiano sólo fue aceptada como un disgusto menor por producirse a manos de la Selección española. Y un ejemplo aún mejor fue la repesca ante Suecia para participar en el Mundial de Brasil 2014, en la que la retransmisión de la televisión pública española del partido de vuelta de esa eliminatoria estuvo muy cerca de hacerse directamente en portugués. En el Mundial de Brasil, Mediaset España sólo ha retransmitido en abierto todos los partidos de España y de Portugal.

La mala temporada de Messi, la consecución de la Copa del Rey y, sobre todo, de la tan ansiada décima Copa de Europa por parte del Real Madrid y de la Bota de Oro y del Balón de Oro por parte de Cristiano (con ampliación de plazo de votación y repechaje incluidos en el caso del Balón de Oro), tendrían que haber aliviado las ansias mediáticas de buscar la gloria eterna con su selección para el jugador portugués. De hecho, la triste participación de Cristiano en Brasil no ha dado para mucho más que para despacharla haciendo referencia a esa extraña lesión con la que ha ganado la Champions y a los diferentes peinados con los que nos ha obsequiado en sus anodinas apariciones durante la fase de grupos.

Sin embargo, la guerra mediática, lejos de apaciguarse ante el buen balance de Cristiano Ronaldo esta temporada, se ha ido recrudeciendo a medida que Leo Messi ha ido avanzando con Argentina en el Mundial hasta plantarse en la Final.

La enorme calidad de Messi como jugador, unida a un palmarés tan sólo compartido a nivel de club por alguno de sus compañeros en el F.C. Barcelona, y absolutamente incomparable a nivel individual, ha hecho que muchos crean que, a sus 27 años, Leo ya se ha convertido en el mejor jugador de todos los tiempos.

Esa afirmación, tan arriesgada en cuanto a la imposibilidad objetiva de comparar jugadores de diferentes épocas y distintas circunstancias, ha encontrado detractores incluso en Argentina, donde la figura de Maradona es más que idolatrada y donde, un Mundial juvenil y unos Juegos Olímpicos, no bastan para llenar el vacío de una Copa del Mundo. Es la ausencia de ese gran trofeo en su historial, a lo que se aferran los detractores de Leo.

Pelé ganó tres mundiales. Maradona conquistó el suyo... Poco importa que Cruyff fuese subcampeón y que Di Stéfano sólo fuese de visita al Mundial de Chile, donde no llegó a debutar con España por lesión. Poco importa que Maradona no ganase ninguna Copa de Europa o que a Pelé no se le pudiese examinar en ligas de mayor exigencia. Nada importa que Cristiano tenga algo más que difícil ganar nunca un Mundial.

Parece que, sin Mundial, será difícil que se consiga el consenso generalizado que eleve a Messi hasta el primer lugar en el imaginario ranking de los mejores de la historia del fútbol.

Y en su peor temporada, bajo de forma, con una Argentina en la que los mejores están lesionados y en la que los peores son mucho peores que algunos jugadores de Portugal, de Bélgica o de Croacia, Messi se ha plantado en la Final.

¿Y ahora qué? ¿Es necesario que en el año en que Cristiano gana un Balón de Oro, en que Cristiano consigue la Bota de Oro, en que Cristiano gana Copa y Décima, en que Cristiano consigue el Trofeo Di Stéfano del diario Marca... Messi gane una Copa del Mundo en Maracaná?

Posiblemente si sea necesario para hacer justicia con un rosarino de 27 años, que vive en Barcelona desde niño, pero a la caverna le supone un engorro que, precisamente este año, no necesitaba.

¿Cómo vamos a negar la evidencia si Messi gana el torneo más importante del mundo del fútbol? ¿Cómo vamos a seguir sosteniendo la comparación con Cristiano Ronaldo?

De momento, la pseudo prensa deportiva madrileña, poniendo la venda antes que la herida, ha comenzado por aclarar a quien le interese oírlo que los cuatro goles de Messi que han hecho pasar a Argentina como primera de grupo en la primera fase, las dos asistencias que la han ayudado a seguir avanzando y los cuatro MVP conseguidos por la Pulga, son mera anécdota ante la alarmante baja forma del crack y lo inocuo de su aportación en cuartos y semifinal. Si Argentina gana, será pese a Messi. Si Argentina pierde, será por culpa de Messi.

Esa historia ya la conocemos. No deja de formar parte de la mecánica de un entorno cargado de intereses. 

Jugando bien o mal, Messi puede no ganar el Mundial. Messi puede hacer el partido de su vida y llevar, él solo, a Argentina hacia la gloria... Y Messi puede jugar discretamente y ganar, con sus compañeros, un Mundial para Argentina 28 años después.

Le pese a quien le pese, la única realidad, sin embargo, es que juegue como juegue, si Leo Messi levanta la Copa del Mundo, éste será su Mundial, porqué le convertirá en el mejor jugador de todos los tiempos.

PD. La influencia que pueda tener que Messi gane o no gane el Mundial en el Barça es otra historia, de la que podemos hablar a partir del próximo lunes.