Cuando uno decide escribir sobre lo que piensa, pretende ante todo ser sincero, aunque con el tiempo comience a conocer a sus lectores y saber de que pie cojean.
En ese momento, podría surgir la duda sobre si se debe ser coherente con uno mismo o si tal vez es mejor acomodarse a la corriente mayoritaria, sobre todo cuando esa corriente no está tan alejada, ni mucho menos, del propio pensamiento.
Ahora yo quisiera fundirme con la marea guardiolista, llorando por la marcha del mejor entrenador de la historia del Barça y celebrando la llegada de su heredero natural. Sin embargo, doce horas después de que Pep Guardiola haya confirmado oficialmente en rueda de prensa que abandona el F.C. Barcelona, con ninguna euforia en el cuerpo, me viene a la cabeza la fábula del Rey Desnudo.
Por muy tentador que resulte alabar ahora a aquel que ha conseguido cambiar la mentalidad del barcelonismo, no puedo dejar de pensar que la gran mayoría está viendo, en realidad, que Pep ha dejado en pelotas a la culerada pero que nadie se atreve a denunciarlo.
Respeto completamente la decisión de Guardiola de emprender un nuevo camino. Es más, tengo muy claro que, si no se ve motivado para continuar, lo mejor que puede hacer Pep es apartarse y dejar paso a alguien con la ambición necesaria.
Pero me parece tan evidente que lo que ha hecho Pep es someter al club a un chantaje emocional, renovando a su equipo técnico y después abandonando la nave, obligando a que el necesario contínuismo pase por dejar al equipo en manos de un Tito Vilanova técnicamente tan preparado, o más, que él mismo, pero sin el bagaje necesario para conducir en tan delicado momento a un grupo humano de la complejidad de la primera plantilla del F.C. Barcelona, que me sorprende la absoluta falta de crítica hacía una decisión tan delicada.
Todos estamos de acuerdo en que el Barça debe mantener la idea con la que ha llegado al mejor momento de su historia, pero aunque es innegable que ha sido Guardiola quien a conseguido encajar todas la piezas para alcanzar la excelencia absoluta, no deberíamos olvidar que Pep no ha sido el creador del concepto, si no un producto del mismo, capaz, eso si, de sublimarlo hasta límites hace poco inimaginables.
Una vez consolidada la filosofía, no es obligatorio dejar el equipo en manos de quien decida el oráculo del barcelonismo, sobre todo cuando otros entrenadores, con más o menos nombre, podrían también haber seguido la senda iniciada hace más de veinte años por Johan Cruyff.
Sé perfectamente que lo que acabo de escribir no encaja con el nouveau barcelonismo vigente. Podría decir que Tito es la mejor opción posible. Ojalá lo sea. Pero si quiero ser sincero conmigo mismo, tengo claro que aunque Pep tenga todo el derecho a seguir con su vida, no debería haber impuesto a su sucesor.
El heredero de Pep debía ser, necesariamente, un técnico capaz de seguir con la filosofía de este Barça, ya fuese un entrenador inexperto o experimentado, emergente o laureado, joven o veterano, pero del mismo modo que el rijkaardismo se acabó con Rijkaard, el guardiolismo debería haber acabado con Guardiola.
El Barça va mucho más allá de aquel a quien tanto le debe, y si Pep entiende que poco más puede aportar al concepto, debería haber sido lo suficientemente generoso como para permitir que una nueva variación sobre el mismo tema hubiese intentado mejorar lo que tal vez, sea inmejorable.
Sé que me quedo sólo. Pero como el niño de la fábula, no puedo dejar de gritar ¡el rey está desnudo!