viernes, 21 de octubre de 2011

Cambio de acera sin salir del armario.

No vamos a remontarnos a épocas en la que los aficionados inundaban un terreno de juego con botellas en respuesta a un marcador adverso. Eran otros tiempos, en los que seguramente había más educación, pero en los que precisamente, el fútbol servía como excusa para liberarse de corsés de todo tipo. Además, entonces era posible adquirir en el estadio botellines de cerveza, mientras que hoy en día, con suerte te sirven refrescos en vasos de papel.

Tanto da. En cualquier caso, habría quien diría que, no hace tanto, a un jugador portugués le lanzarón una botella de whisky (muy peligroso) y una cabeza de cochinillo (parece que no tan peligroso, aunque enormemente simbólico).

Recordariamos entonces puñetazos desde la grada a porteros prealopécicos y entrariamos en un bucle de reproches, acusaciones y discordias en espiral que, además de aburrir, conduce a poco más que a alimentar el comedero de intereses de algunos fundamentalistas de los medios.

En lo que quisiera fijarme es en aquello tan evidente, en aquello que todo el mundo es capaz de ver, y que sin embargo, el grueso de una de las facciones implicada en la actual guerra mediática por el reconocimiento, o la negación, de la verdad futbolística, es capaz de negar con el mayor de los cinísmos imaginables.

Es absolutamente lícito, diría que lógico, e incluso obligatorio y necesario, que cada uno crea que su equipo es el mejor, que defienda las virtudes de sus colores y que sostenga hasta el final su ideal futbolístico. Y a nadie se le puede pedir que sienta simpatía por ese rival  que, desde antes de nuestro nacimiento, ha estado tocando las narices a seiscientos kilómetros de distancia.

Y sin embargo, es absolutamente repulsivo que profesionales autoinvestidos en el áurea de la cordura, la independencia y la honestidad, propulsen delirantes campañas de ensalzamiento de lo inensalzable y de hundimiento de actitudes totalmente insumergibles.

¿Es posible sostener que el jugador más egoista de la historia es un dechado de generosidad y de espíritu de equipo porqué en dos meses de competición ha dado siete asistencias de gol? ¿Se puede defender esa teoría simplemente para hacer creer a una masa necesitada de que le digan que la quieren, aunque sea mentira, que el mejor jugador de la historia es el rey de los ególatras porqué en su último partido ha perseguido el gol con más insistencia de la habitual? ¿Olvidan los magos de la manipulación que un jugador capaz de marcar ciento tres goles en ciento un partidos, ha dado treinta y nueve asistencias de gol en esos ciento un partidos?

¿Son capaces de seguir manteniendo que el entrenador con un mejor palmarés en un menor espacio de tiempo no es más que un impostor porqué se limita a poner en práctica aquello que dictan la sensatez, la razón y las buenas costumbres: la educación? ¿Cómo se puede tener la defachatez de reirle las gracias a un personaje absolutamente siniestro, que corroido por el resentimiento más obsesivo, ha hecho del insulto y la inquina sus herramientas de trabajo?

En definitiva, ¿cómo pretenden engañar, a aquellos que están dispuestos a ser engañados, a base de argumentos que no resisten el más mínimo análisis?

Invitaría, a quien pueda interesar, a que se entretuviese en ver las imágenes de los momentos finales de un partido entre dos equipos con dos entrenadores normales, que acabó 2-6, y los comparase con los últimos instantes de otros partidos, en los que el equipo derrotado es el mismo, pero en los que uno de los dos entrenadores no es tan normal, por mucho que una pléyade de comunicadores entregados a la causa de un Ser Superior se empeñen en presentarlo como el más auténtico del corral.


Es en detalles como ese, donde se adivina el precipicio al que el anticristo de la elegancia deportiva está empujando a una institución que, además de dejarse, le ha encontrado cierto gustirrinín al tema, jaleada por una caverna que, cuando todo esto acabe, recurrirá al facilón "si te he visto, no me acuerdo".

Y es aplaudiendo la obsesión de un técnico plenipotenciario donde se demuestra, por mucho que los voceros mayores del movimiento lo nieguen, que la "itis" de la que tanto se han burlado los históricamente favorecidos, aunque aún no haya salido del armario, ha cambiado definitivamente de acera.



3 comentarios:

  1. Muy en la línea de mi post de hoy, por supuesto, totalmente de acuerdo contigo. Es vomitivo como intentan hacernos comulgar con ruedas de molito.

    A seguir asi crack!

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  2. Hola Javier. Tú lo has dicho, porque escriben para aquéllos que están dispuestos a ser engañados. Los demás no lo entendemos porque somos más inteligentes que ellos. nada más. Muy buen artículo, compañero. Un abrazo

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  3. Chapeau por el artículo, Javier.

    La Barcelonitis está llegando a tal extremo en la caverna, que ya no solo tratan de disimularla, sino que tiene más mérito ser el peor antibarcelonista que ser el mejor madridista.

    Se les nota enfermos en sus escritos, se les nota desmejorados en las televisiones, se les nota desgarrados en las emisoras. Están desquiciados, como muy bien dijo alguien hace poco. Porque el clavo ardiendo al que se agarraron, les está abrasando, como no podía ser de otro modo, pues es el mismo demounio.

    Que el Barcelona les pille confesados...

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