martes, 6 de marzo de 2012

Virgencita, virgencita...

Cada uno siente los colores que, o bien ha mamado desde niño, o ha adoptado libremente más adelante.

Sin embargo, heredar o abrazar un sentimiento comporta casi siempre asumir una determinada forma de ver la vida.

Aceptando que el orgullo por los colores es común a cualquier hincha, existen determinados rasgos que identifican a una gran mayoría de los seguidores de cada equipo. 

De esta forma, muchos barcelonistas añejos hemos asumido un sentimiento trágico de la vida que nos lleva a disfrutar, a duras penas, de los éxitos de nuestro club, convencidos de que la felicidad duradera no es consustancial a nuestra existencia.

Los barcelonistas más jóvenes, ajenos a décadas de sodomización moral, pueden permitirse ser más optimistas y vivir con el convencimiento de que disfrutarán el resto de sus vidas de los triunfos ininterrumpidos de su equipo.

¿Por qué no? El F.C. Barcelona ha establecido unas sólidas bases sociales y deportivas, que más allá de nuñismos, cruyffismos, laportismos o rosellismos, podrían resumirse en un guardiolismo que, con o sin Guardiola, debería llevar al Barça a perpetuar su actual situación de privilegio.

El gran obstáculo para que la dicha sea completa es, sin embargo, el constante acecho de un lado oscuro que también posee unas bien definidas señas de identidad.

Ser aficionado del Real Madrid no es intrínsicamente perverso, ¡faltaría más! Pero si es cierto que décadas de incontestados privilegios, han forjado en muchos merengones recalcitrantes la idea de que el club blanco, no sólo es el mejor club del mundo, sino que es el equipo de España, al que los demás deben pleitesía y al que nadie puede pretender discutir su autoasumida situación de preferencia.

Desde que el Real Madrid, en el mayor escándalo deportivo del siglo XX, impidió con el beneplácito de las autoridades franquistas, que Kubala y Di Stéfano condujesen al Barça a imponer una hegemonía perdurable en el tiempo, el F.C. Barcelona ha vivido algunas épocas doradas, sin duda, pero nunca hasta ahora se había acercado tanto a imponer una total supremacía en el mundo del fútbol.

El madridista de pro se cree señalado por el destino para apoyar a un equipo con derecho de pernada, al que allanarle el camino hacía la inevitable victoria final no es más que la consecuencia natural de ser el club elegido por el Ser Superior.

Por eso, cuando los arbitrajes no les han beneficiado descaradamente, su caverna mediática se ha encargado de orquestar todo tipo de campañas destinadas a desprestigiar los éxitos del eterno rival.

Villaratos, canguelos, siniestras teorías sobre dopaje, acoso y derribo personal y político. En definitiva, la guerra sucia sin límites para descabalgar a la amenaza blaugrana se ha convertido en la respuesta natural a la amenaza periférica.

Lo más importante, para el madridismo militante, es que las aguas vuelvan a su cauce.

Lógicamente, esa guerra sucia termina por dar sus frutos, y cuando los árbitros le pierden nuevamente el respeto a un Barça demasiado amenazador, el escándalo pasa a convertirse en cómoda normalidad, en lex hispánica.

El hecho de que el F.C. Barcelona haya conquistado ya tres títulos esta temporada, de que se haya clasificado para la final de Copa, de que haya superado una vez más al Real Madrid en el mismísimo Santiago Bernabéu, de que le haya batido en la Supercopa de España y le haya eliminado de la Copa del Rey, parece no significar nada ante el inimaginable tesoro conquistado por los chicos de Mou: diez puntos de ventaja en la clasificación liguera.

Esa ventaja, como oro en paño, ha de ser la primera piedra sobre la que edificar el fin de ciclo.

La Copa conquistada por el Real Madrid la temporada pasada, celebrada hasta el paroxismo en su momento, se convierte en mera anécdota ante la posibilidad de que el Barça la conquiste este año. 

Ahora se cierra a cal y canto un Bernabéu en reformas letrineras y se centran los focos en una ventaja esplendorosa.

Ya no toca hablar de los árbitros. Por arte de magia, desaparecen pasadas críticas propias y se ignoran logros ajenos. La posibilidad de perder esa ventaja, no puede siquiera contemplarse. Por puro pánico, claro.

¿Qué pasaría si a los de Mourinho les diese por perder otra vez en al Camp Nou? ¿Qué pasaría si al Real Madrid se le ocurriese flaquear en el Reyno de Navarra, en el Calderón o en San Mamés? ¿Qué pasaría si el Valencia se pusiese chulo en el Bernabéu? ¿Qué pasaría si Champions y Liga hiciesen que a un Real Madrid sin rotaciones en sus puestos claves se le acumulasen partidos y fatiga? ¿Qué pasaría, si pese a todo, al Barça le diese por aprovechar un calendario, a partir de ahora, más favorable?

Es, claro está, el cuento de la lechera. No sabemos que pasará. Un Real Madrid estratosférico es perfectamente capaz de ganarlo todo, pero precisamente por eso sorprende (¿inquieta?) que el entorno merengón no deje ningún cabo suelto.

De repente, es perfectamente lícito animar a un colegiado a que se vaya de parranda con los que te acaban de eliminar (y reconocerlo abiertamente ante los micrófonos), es muy normal esperar chulescamente al trencilla en el parking para increparle (y que tu pseudoportavoz lo confirme en Twitter), pero es absolutamente aberrante que un jugador (al que evidentemente le faltan luces) relacione una absurda discusión en el túnel de vestuarios con la posterior y casi inmediata expulsión.

De repente, después de haber fundado la cofradía del clavo ardiendo, de haber expandido el ¡se puede! por las Españas, de haber machacado hasta la extenuación con extraños canguelos de uno que siempre te gana, parece que la Liga se haya acabado a principios de marzo. Cualquier resistencia es inútil y patética. Estamos a punto de asistir a la petición oficial cavernaria de que los jugadores del F.C. Barcelona se reserven para llegar en óptimas condiciones a la Eurocopa del próximo verano.

Parece incluso que el húmedo sueño merengón de la décima amenace el clímax de los diez puntos de ventaja.

Esos diez puntos se han convertido en algo a lo que aferrarse, en una demostración palpable de que el Real Madrid es mejor que el F.C. Barcelona. Lo que pueda pasar de aquí en adelante, por bueno que pudiese llegar a ser, parece poner en peligro el limbo de felicidad en el que se han instalado. El madridismo en pleno parece decir: "virgencita, virgencita, que me quede como estoy..."

Es lógico. Ver ganar la Copa al Barça sería un golpe. Ver ganar la Champions al Barça sería una putada. Pero la tragedia de dilapidar la ventaja actual y acabar viendo al Barça ganar la Liga, sería un auténtico holocausto caníbal en el madridismo.

¿Alguien se lo imagina? Guardiola dice que no...

@extrizquierdo
  

6 comentarios:

  1. Te sigo muchísimo por twitter, pero nunca había comentado en el blog. Esta entrada lo merece, sin ninguna duda, sublime. Has resumido perfectamente mi sentir (y creo que el de la mayoría del barcelonismo) de estos últimos años.

    Chapeau!

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    1. Muchas gracias. Aquí dispongo de algo más de 140 caracteres.
      Un saludo.

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  2. ¿Entonces Unamuno sería del Barcelona
    Saludos.

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    1. Unamuno debía de ser del Athletic Club, que más o menos...

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  3. Si ocurriese lo que tu comentas creo que el Madrid no gana nada en una década. Entrarían en tal depresión, se meterían un hostión tan grande y se generaría un caos institucional tal que les costaría mucho, pero mucho, volver a levantar la cabeza.

    Desgraciadamente que el Madrid pierda esta liga (porque sólo pueda perderla él) no ocurrirá. No ocurrirá porque están a un gran nivel, pero tampoco ocurrirá porque cuando no están a un gran nivel hay otros que sí lo están y suplen sus carencias, y no ocurrirá porque este Barça está bastante por debajo de los anteriores años. Esta liga está perdida hace muchos meses, estaba cantado (aunque se pudieran ver mis comentarios como los de "el clásico culé"). Antes de jugar contra el Espanyol, cuando todavía estábamos a cinco puntos (si no recuerdo mal) ya estaba perdida, y eso pasaba cuando todavía no se había terminado ni la primera vuelta. Sea por lo que sea, por feeling quizá (parafraseando a Guardiola) se olía lo que está ocurriendo, las sensaciones no eran buenas (al menos las mías) y así ha sido.

    Ahora mismo creo que lo único importante es que Guardiola renueve y deje de acojonar al personal. El año que viene será otro año y creo que si se trabaja bien en cuanto a fichajes y mentalidad se refiere (y a pesar de la Euro que nos dejará a los jugadores más cansados si cabe) se puede volver a ganar. Este equipo, y sobre todo este entrenador (con su segundo incluido) tienen marjen, mucho marjen, de error. No se puede ganar siempre y aunque este año no se gane nada no creo que vuelva la depresión generalizada de "el clásico culé" por un año en blanco.

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  4. como te he dicho en twitter.... escribes todo el sentimiento que yo, como culé, siento , pienso y sufro.

    leerte me consuela, por que se que no me estoy volviendo loca....

    como dije un día en el mundo de los tweets... me encantaría conocer el responsable de marketing de la casa blanca (madrileña) sin duda lo están haciendo genial.

    gracias amigo!! sigue así!

    un abrazo

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