sábado, 9 de julio de 2011

El Barça, una nueva especie.

Después de la final de la Champions League, me hacieron llegar desde Estados Unidos, un artículo de Alan Black, del blog The Beatiful Blog, del San Francisco Chronicle, "Barcelona, a new species". Al leer hoy el artículo de Martín Mazur en El Gráfico argentino, "Maldito Barcelona", he intentado traducir lo mejor posible la idea de que el Barça es considerado en el mundo, casi unánimemente, el mejor equipo de la historia (Gracias María):


 
 


Alan Black
Domingo 29 de mayo de 2011.

Charles Darwin habría quedado impresionado. En términos futbolísticos, ​​la final de la Champions League del pasado sábado entre Barcelona y Manchester United fue tan relevante como el momento en que el primer simio se levantó y se puso a caminar. Ha aparecido una nueva especie de fútbol. Aquellos de nosotros que hemos podido ser testigos de la superioridad del Barcelona, ​​ganando su cuarta Copa de Europa e inscribiendo su nombre en los anales de la historia, podremos considerarnos realmente bendecidos. En pocas palabras: fue hermoso. Los que pretendan competir con ellos deberán adaptarse o morir.


Ojeadores de todos los equipos buscarán por pueblos y suburbios de todo el mundo a chavales que puedan recordar con su juego al brillante Lionel Messi, la estrella del Barça, el muchacho argentino que acogió Barcelona a los trece años y al que el club costeó su tratamiento a base de hormona del crecimiento. El Barça no podía sospechar entonces que su inversión de 900 $ al mes se convertiría en una fuente de energía que iluminaría el fútbol como nunca antes había sucedido. Messi es eléctrico. La potencia que genera en todos los confines del terreno de juego, hace saltar los fusibles de las defensas rivales, sin que nadie sea capaz de encontrar el interruptor capaz de desconectarlo.


En los oscuros subterráneos del mundo del fútbol, ​​muchos tratan de encontrar soluciones para contrarrestar la benevolente dictadura del Barcelona. Quizás una de ellas sea jugarle al Barça con diez defensores, tal como intentó con éxito el año pasado el Inter de Milán en semifinales. O tal vez una vuelta al pasado, con el marcaje hombre a hombre de defensas convertidos en  garrapatas enganchadas a los geniales y escurridizos Iniesta y Xavi, el imperial centro del campo del Barça. Se ha intentado con juego subterráneo y se ha fracasado. Increparles, sin duda no es el camino. Recientemente, el entrenador del Real Madrid, José Mourinho, lanzó venenosos ataques personales contra el espíritu del Barça. Arsene Wenger, manager del Arsenal, tachó de “estéril” el control del Barcelona. A los ojos de Wenger, tal vez conseguir trofeos no sea el objetivo de los equipos de fútbol. Barcelona ha ganado diez copas en tres años. Años estériles para el Arsenal. Tendrán que seguir buscando en pueblos y suburbios.


Es imposible no amar al Barcelona. El sentimiento colectivo de toda una ciudad, el patrocinio de UNICEF en el pecho del equipo y no el de una banda de matones capitalistas, el relajado y característico estilo catalán, y ahora el roce con la perfección de este bello deporte, suponen un gran salto hacia adelante. Barça. ¡Glorioso!

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