jueves, 1 de septiembre de 2011

Una realidad paralela

Había una vez un club de fútbol que consiguió acercarse mucho a la fórmula definitiva de la felicidad.

Era un club que podía presumir de un palmares envidiable y que no estaba dispuesto a que la cruda realidad enturbiase lo más mínimo el interior de la burbuja de autocomplacencia, en la que su ejercito mediático le había instalado mientras esperaban la décima.

Pero la décima no llegaba, y mientras tanto, su archirrival se hinchaba a conseguir títulos.

Desde su burbuja, el club que se había creado en una realidad paralela y todos sus voceros, no hacían más que repetir que ellos eran los más grandes, los que tenían más copas, y los que las tenían más gordas

Como realmente se creían las historias que no paraban de repetir, necesitaban que los demás también se creyeran fábulas como que, por ejemplo, su figurón portugués podía realmente poner en duda los balones de oro de uno que era más feo y más bajito, y que no se habían gastado la pasta en un destemplado entrenador porque era el anticristo de su megarrival, sino por que era el más guapo, el más listo y el mejor más mejor del mundo mundial.

Mientras el enemigo se iba convirtiendo en el equipo más admirado por todos, los de la burbuja y su caverna se dedicaban a explicar a los suyos que todo era fruto de una conspiración universal, y que en realidad a ellos les daría vergüenza ganar lo que ganaban los otros, por que lo que ganaban lo ganaban meando colonia y haciéndose los simpáticos, cuando en realidad eran unos canallas y los buenos eran ellos.

Si los jugadores del antagonista universal controlaban sus partidos, resultaba que aburrían a las ovejas. Cuando esos jugadores ganaban mundiales con, la que ellos creían que era "su" selección, el control pasaba a ser maestría patria. Si los rivales de esa "su" selección repartían hachazos a mansalva en las finales, se convertían en sanguinarios criminales. Si los hachazos los soltaban sus propios jugadores mientras perdían sus propias finales, la sanguinaria criminalidad se convertía en viril intensidad.

Si el club que vivía instalado en su propia realidad paralela al calor de su burbuja mediática, calumniaba al rival, lo agredía en el campo de batalla y encima iba y le metía el dedo en todo el ojo, su protegida atmósfera virtual siempre estaba al quite para presentar a los otros como sospechosos habituales, teatreros fingidores y cobardes provocadores.

Si a la gruta pelotillera le parecía que la distancia entre el equipo de la burbuja blanca y el otro equipo, que para ellos no era un equipo sino una simple moda pasajera (con fin de ciclo incluido), se había reducido muchísimo, porque había pasado de ser de un millón de kilómetros siderales a mil veces mil kilómetros cósmicos, resultaba que los equipos que antes salían a jugar entregados y ya derrotados contra el maldito rival de la maldita moda pasajera, ahora eran víctimas de una liga en la que jugaban los dos mejores equipos de la galaxia galáctica. 

Nunca pasaba nada. Los de la burbuja eran capaces de cachondearse durante todo un verano de los que ganaban siempre porque tacañeaban para fichar a jugadores no tan buenos como los que, según ellos, se morían de ganas por ir a jugar con ellos en su burbuja. Pero cuando en septiembre ellos tenían dos turcos lesionados, a un brasileño con cresta rehén de un contrato con penalización, pero que no se sabían cuando llegaría, y a un argentinito de dibujos animados jugando en la pérfida Albión, su eterna Némesis seguía acumulando supercopas con el hijo pródigo más deseado por una opaca central lechera, con un chileno al que pretendían ningunear pero no podían y con algún que otro canterano de ultramar que les ponía los dientes largos como los sables de luz de Darth Vader (su colega del lado oscuro). Entonces, fichar al estilo "ser superior" ya no era tan importante. Regalar descartes y empepinarse brasileños neogalácticos a precio de oro pasaba a ser ejemplo de management deportivo.

Realmente parecían haber encontrado la forma de ser felices en medio de la ciénaga. Negar la realidad y justificar la propia infamia con las supuestas fechorías del avieso rival, ese que ganaba esas copas que a ellos les daría vergüenza ganar (¡qué asco!).

Y sin embargo, no eran completamente felices.

¿Por qué? ¿Por qué los otros eran más simpáticos? ¿Por Unicef?

No. No eran completamente felices porque un pichichi no es una Champions y por que una Copa que ve las estrellas no es la Liga de las estrellas.

Y no eran felices porque la realidad paralela es solo suya. La realidad de los otros es la de todos los demás.

7 comentarios:

  1. A Mou y compañía, a esos que les daría vergüenza ganar los títulos del Barça deberían ver este vídeo, a ver qué opinan…
    http://youtu.be/ZBvMk2xHYao

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  2. Buenísimo, me ha encantado el cuento, envíaselo a la central lechera a ver si te lo publican, jaja, muy bueno y muy real, como la vida misma!

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  3. Gran vídeo el de Captain Miller, así gana el Moudrid

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  4. Muy buen artículo, lo peor son los seguidores que prefieren quedarse en Matrix en lugar de ver la realidad.

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  5. Xavier, me ha encantado. "Gruta pelotillera", jajajaja.

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  6. Muy buen video el de Captain Miller.
    Lo de Matrix me gusta bastante.
    Y lo de gruta pelotillera es simplemente una amable descripción de lo que es una casa de masaje florentiniana.

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  7. b.c.k.morenoymanchón2 de septiembre de 2011, 20:57

    Pues los de la gruta pelotillera no descansan ni estos dias de parón liguero. La ultima que se han sacado de la manga es un video antiguo sobre Messi y su tratameinto con hormona del crecimiento. Ya solo falta que digan que el gran Leo no es ser humano sino un producto de los experimentos del laboratorio del Doctor Mabuse de la Masía para crear un ser artificioso e impugnen las ultimas 3 Ligas y 2 Champions por alineación indebida de un extraterrestre.
    Por cierto, a algunos que yo me conozco (verbigracia a Pepe y al rompecopas del Sur) les tendrían que haber inyectado, no hormonas sino neuronas, para conseguir los estándares mínimos que se requieren para jugar al futbol con deportividad.

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