lunes, 16 de septiembre de 2013

Histeria.


Hubo una época en la que pasearse por Europa era fácil y presumir de señorío aún más. La caspa nos invadía y el puntopeloteo se administraba vía NO-DO.

La milonga del señorío se convirtió en un soniquete y algunos incluso se lo creyeron.

El problema llegó cuando unos de ahí arriba decidieron que lo que se lleva en el siglo XXI son los valores y a más de uno comenzó a patinarle la neurona.

Las bromitas, si duran poco, cargan pero se soportan. Si se alargan en el tiempo, joden... y mucho. Y los valores ya duran demasiado para más de un habitante de la caverna.

Ni señorío ni valores. Lo que realmente pasa en el fútbol español es que la histeria se ha desatado entre la prensa afín a esos que, siempre, han dado por descontado el apoyo generalizado y continuo de todos los estamentos.

Cuando ese apoyo ha dejado de ser insultante para ser simplemente evidente, la estrategia se ha convertido en intentar por todos los medios al alcance (por lo civil o por lo criminal, que decía aquel), demostrar que el históricamente beneficiado es una víctima mientras que al otro se le beneficia constante e inexorablemente... y además, de forma escandalosa. 

Se ha llegado a un punto en el que la fustración por ver como se te escapa un partido en el último suspiro se convierte en el robo del siglo, con la ventaja para la causa de que un gol anulado en Barcelona, explica el patético partido del equipo más caro de la historia en Villarreal. El señorío ahora es histeria.

Cuatro jornadas, dos puntos de ventaja... y la bilis inunda la meseta.

Nada nuevo bajo el sol. Nos vamos a divertir (Pep te añoramos).

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