lunes, 9 de septiembre de 2013

Vomitar para vivir.


"Captación y tratamiento, escrito, oral, visual o gráfico, de la información en cualquiera de sus formas y variedades".

Si nos atenemos a la definición que da la RAE sobre periodismo, y nos creemos que periodista es aquella "persona profesionalmente dedicada en un periódico o en un medio audiovisual a tareas literarias o gráficas de información o de creación de opinión", tendremos que aceptar que la mayoría de los personajes que perpetran su actividad en cualquiera de los medios que conforman la central lechera son, en mayor o menor medida, "periodistas".

Pese a todo, me niego a dejar de creer que otro periodismo es posible y que, aunque sus altavoces nos invadan tan obscenamente, los personajes del late night cavernario no pasan de caricatura al servicio de la voz de su amo.

Porque si la "creación de opinión" es parte consustancial de la práctica periodística, lo mínimo que se puede pedir al que "crea opinión" es que mantenga un criterio homogéneo y que, a ser posible, no se permita la desfachatez de cambiar radicalmente esa opinión según sople el viento.   

Así, si el 26 de agosto Tomás Roncero llama demagogo, ventajista y boludo (boludo, el que dice boludeces) a Gerardo Martino por considerar que gastarse 100 millones en un jugador "son una falta de respeto en el mundo actual" (más allá de lo que haga tu propio club), resulta ciertamente extraño que apenas dos semanas después, el 9 de septiembre, un tío que es redactor jefe de un diario de tirada nacional, afirme que Zinedine Zidane "dice lo que en el fondo todos pensamos" cuando el segundo entrenador del Real Madrid se deja ir con que "ningún jugador vale eso... uno no lo puede entender. Es incomprensible con todo lo que pasa hoy en día" (aunque lo haga tu propio club).


Ya sabíamos que muchos periodistas están convencidos de que el público al que se dirigen es básicamente retrasado. Lamentablemente, hace tiempo que también podemos constatar que lo realmente importante para ellos es mantener su puesto de trabajo a base de esparcir bazofia sin criterio ni mesura.

Lo que importa es ultrajar al rival, diga lo que diga, haga lo que haga, con tal de mantener excitada a la audiencia.

Y si no, no hay más que ver el lamentable tratamiento que desde Madrid, la ciudad no organizadora de los Juegos Olímpicos de 2020, se le da a un Lionel Messi que, diga lo que diga, haga lo que haga, es lo peor de lo peor... para ellos, claro.


¡Viva el rigor!

NOTA: A Tomás Roncero joroba mucho considerarlo periodista. Con Alberto Cuéllar no es necesario perder el tiempo. Fotógrafo y gracias. 

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